La cajita feliz v/s la organización popular

Por Hector Donoso. 25.05.2020. La principal preocupación del gobierno y la derecha es la salud de los mercados: saciar la voracidad empresarial y convertir en oportunidad de negocio hasta el hambre de los chilenos.

Pero todas estas acciones no pueden ser pensadas como actos que solo persiguen más y más lucro, más ganancias. NO. Eso está en su ADN, y todas las propuestas irán en torno a preservar el sacrosanto mercado y su modelo económico. Por eso no sorprende que la entrega de estos recursos se hiciera a través de la cajita feliz, rompiendo de este modo las cadenas de distribución tradicionales (ferias, negocio de barrios u otros), concentrando las compras en grandes empresas Mayoristas, utilizando a los municipios como cadena de distribución alternativa.

La cajita feliz permite cámaras, matinales, puntos de prensa, camiones con alimentos en la moneda, alcaldes entregando puerta a puerta, autoridades sonrientes, y que sólo apuntan a reforzar el asistencialismo en una población cada día más hambrienta.

¿Pero hay otros caminos? Si los hay. Por qué no haber aplicado un impuesto al 1% más rico de la población. Por qué no aumentar el endeudamiento fiscal que hoy es sólo el 30% del producto. Por qué no hacer uso de bonos soberanos con los que cuenta nuestro país. Eso sería solidaridad con mayúscula, además de un principio básico de justicia.

Nadie se va a negar a recibir la caja de alimentos, porque el hambre es hambre. ¿Qué vendrá después de la cajita feliz? ¿Nos mandarán a hacer un bingo? Esta política solo pospone el hambre para un sector muy pequeño de la población.

En la última versión de su informe «¿Cómo va la vida?» La OCDE reveló que un 52,65% de los chilenos está dentro de esta categoría (¿cuál?), lo que significa que, a pesar de estar actualmente por encima de la línea de la pobreza, corren el riesgo de caer en la pobreza porque no cuentan con los recursos financieros suficientes para protegerse contra una pérdida de ingresos por tres meses (OCDE, 2017). Es decir, más de la mitad de la población está o estará en una situación de vulnerabilidad.

La cajita feliz, (2,5 millones de unidades) en palabras del Ministro de Desarrollo Social, llegará sólo al 70% del 40% de la población más vulnerable es decir, según sus mismas cifras, casi un millón cien mil familias de los sectores más vulnerables (este 40%), no recibirá la cajita feliz, lo cual en la práctica significa que cinco millones quinientas mil personas de este sector empobrecido no accederá a los víveres incluidos en la cajita feliz del gobierno.

Hay que entender que la vulnerabilidad social se mide por los impactos que provoca el patrón de desarrollo, considerando un indicador para condiciones de «normalidad» de un modelo que estructuralmente genera pobreza y desigualdad. Por lo mismo, la situación actual nos obliga a medir la vulnerabilidad a partir del nuevo escenario que ha creado la pandemia y eso debiera considerar los largos periodos de cuarentena. Hoy 7.7 millones de personas a nivel nacional, están en cuarentena y por ende en situación de vulnerabilidad.

La cajita feliz se hermana con la cuarentena. Esta cumple una importante tarea: evitar bajo ciertas condiciones, disminuir la expansión del virus; en tanto que la cajita feliz pretende paliar el hambre que genera la cuarentena. La cuarentena nos aísla, nos atomiza, nos lleva a enfrentar individualmente el drama del aislamiento.

La cajita feliz tiene también otra finalidad: despotenciar la organización popular, impedir la generación de capacidades propias del pueblo organizado. La cajita feliz refuerza el asistencialismo, y se contrapone a la olla común. ¿Por qué? porque la olla común es peligrosa, politiza al pueblo, despierta su conciencia, potencia las condiciones y capacidades para el surgimiento de líderes sociales legitimados en la base social. Crea nuevas organizaciones políticas con vocación de poder.

La cuarentena como herramienta sanitaria, para combatir a la pandemia, puede ser una de las más eficientes siempre y cuando vaya acompañada de una sólida protección social. En este sentido, la cajita feliz no es una decisión improvisada y fuera de tiempo, son todas acciones perfectamente diseñadas para mantener la atomización y retardar el inevitable estallido social.

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Hector Donoso Cortés es Sociólogo de la Universidad ARCIS, Magíster en Ciencias Sociales Aplicadas por la Univerisidad de Tarapacá. Es columnista en materias de sociologia política, desarrollo social y gobierno.

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