Por Guido Asencio Gallardo. 26.03.2021. La política nacional de cuarentenas en pandemia, sin lugar a duda, ha sido una de las más
cuestionadas en los últimos tiempos, partiendo por tener al principio un estricto control en todas las ciudades de nuestro país, a pasar de un mero trámite burocrático para movilizarse a diferentes direcciones. Lo cierto es que cada vez se hace más evidente el alejamiento de un criterio objetivo
y comprobable para establecer esta medida de control, pasando por una justificación fundada en número de personas contagiadas a otra que no es posible explicar bajo ningún punto de vista, pero sus efectos en la población resultan devastadores sobretodo en el ámbito de las economías
locales.
Lo anterior coloca en evidencia el grave problema de la extrema centralización presente en
nuestro país, donde se toman decisiones “entre cuatro paredes”, sin considerar la legítima opinión
de las autoridades de proximidad ni mucho menos de la ciudadanía, haciendo invisible las visiones
de los agentes locales que viven, respiran y sienten su territorio, afectando principalmente a
comerciantes, pequeños empresarios, feriantes, artesanos, artistas y también a los trabajadores,
que en su gran mayoría de los casos, deben aceptar la rebaja de sus remuneraciones para
mantener su trabajo por medio de la suspensión de la jornada laboral, obligados a disminuir sus
ingresos, no obstante, los gastos básicos del hogar siguen “constantes y sonantes”.
Con la restricción de derechos ciudadanos, ha sido posible visualizar un sinnúmero de personas
afectadas desde el punto de vista social y económico, quienes deben planificar su quehacer
cotidiano a las expensas de los “expertos capitalinos iluminados”, que desconocen
completamente las demandas reales que surgen desde la ciudadanía en las demás regiones,
subestimando el hecho de que quienes vivimos fuera de la metrópoli podemos tomar decisiones
de subsistencia, imponiendo una ética centralista que finalmente no representa el sentir
ciudadano, y queda entonces la sensación de que el “Estado no ha estado” pendiente de lo que
está mandatado.
Por cierto, con las medidas de cuarentena los que se han beneficiado son las grandes cadenas de
supermercados, el retail y el sistema financiero en general, sin parar en ningún momento,
aumentando la carga financiera día a día, porque el mercado para ellos es “dinámico” y “protegido”, para el resto “que se las arreglen como puedan”, bueno no es tan así, en realidad han surgido algunos programas de fomento en distintos sectores económicos, pero mal diseñados, porque nuevamente “el molde viene del centro”. Esto permite deliberadamente el aumento de la brecha de desigualdad para todo el país. Para cambiar esta situación, es urgente adoptar medidas donde las autoridades locales ejerzan un mayor liderazgo, convocando a los afectados a trabajar en instancias de diálogo, que les permitan tener grados de incidencia en las políticas que les repercuten a ellos, a sus familias y a su entorno más cercano, es de esperar que los aspirantes a constituyentes entiendan esto para colocarlo en la palestra de sus propuestas.
Para establecer medidas serias de cuarentena, es fundamental pensar en sus efectos, en todo
orden, ocupándose por ejemplo de establecer un mínimo de ayuda para quienes quedan sin
sustento, porque deben cerrar sus negocios, o simplemente no pueden ir a ejercer sus funciones
en sus puestos de trabajo, muchos de ellos ni siquiera están inscritos en la ficha social de hogares,
quedando al margen de cualquier beneficio estatal.
En el plano de los deberes, hay que reconocer que también ha fallado el comportamiento de la
ciudanía con el cuidado de la salud en forma colectiva, aumentando de manera exponencial cada
día los casos de Covid19, esto es preocupante porque eso no permite avanzar en ningún sentido,
por este motivo es importante generar conciencia ciudadana de manera constante. Desde el
punto de vista jurídico el no acatamiento de reglas, obedece a que no existen controles efectivos,
por lo tanto, se relativiza todo por la desconfianza que la confusión de políticas públicas mal
diseñadas.
Cuando la incertidumbre reina y las reglas del juego se vuelven poco claras, la desconfianza es un
camino que pavimenta la insensatez, volviendo los escenarios posibles peligrosos, afectando en
consecuencia, a la paz social y la calidad democrática. Por otro lado, existe una sensación de
“sordera institucional que baipasea de manera sistemática lo que la ciudadanía reclama”, un
ejemplo de aquello puede estar dado por la distribución de beneficios estatales que no llega a
todos, más aún cuando existe una evidente carencia de control de gestión en las municipalidades y
servicios públicos en general. Cada vez será más importante considerar una actitud fiscalizadora
más eficiente de los organismos contralores, que en muchos casos se han visto sobrepasados
frente a tanto “objeto de fiscalización”, no será una novedad el hecho de que proliferarán las
cuentas extrapresupuestarias de las instituciones públicas en todo orden, por este motivo es urgente establecer reglas más claras que eviten el surgimiento de malversación, triangulaciones y
nuevos fraudes.
Finalmente, sabemos que por estas días nuestro país enfrentará una serie de elecciones para
diferentes tipos de cargos, que serán fundamentales para transformar lo que hoy sucede, lo
importante es que las personas que votan lo hagan informados, puesto que existe mucho paño
que cortar para aquello. La elección más relevante de todas ciertamente será la relacionada a los
constituyentes, puesto que quienes participen en este proceso serán las personas que proyectarán
los grandes lineamientos de nuestro país en el mediano y largo plazo, por eso hoy coloco
solamente un fenómeno en la palestra “la cuarentena”, pero con esto es posible dilusidar los
caminos y aristas que se pueden integrar cuando existe una mirada territorial y lo que vemos
todos los días “entre cuatro paredes”.
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