Por Iván Godoy Flores. 25.03.2021. No se sabe mucho de Brasil por estos lados. Las noticias no llegan… Pero el país del samba, carnaval y futebol se prepara para vivir una calamidad en las próximas semanas. En medio a la peor crisis económica, con un desempleo de a lo menos 25 o 30 millones de personas, la pobreza y la misera aumenta y la desesperanza también. Brasil marca todos los records de muertes diarias y contagios. Es el momento en que el número de contagios supera por priumera vez los 100.000 diarios. No habrán camas UCI, y el sistema de salud está colapasado. Aumenta la corrupción y la violencia. La semana pasada se supo que el gobierno de Bolsonaro dejó de gastar o retuvo un monto cercano a los R$ 80.000 millones destinados al combate del Covid 19. Ha nombrado a militares en casi todos los estamentos públicos, incluso en la Petrobrás. Ni el Poder Legislativo ni el Poder Judiciario han sido capaces de hacerle un contrapeso. Los primeros porque están comprados y los segundos porque creen que un gobierno de derecha es mejor que un gobierno de izquierda.
La vacunación empezó tarde en Brasil. El incumplimiento de las vacunas prometidas por India para priorizar a su población, obligó a Brasil negociar con China, país a que el Gobierno de Bolsonaro se empeñó en culpar incesantemente de ser la responsable por la pandemia. Siguiendo los pasos de Trump, Bolsonaro y sus hijos practicaban puntería contra China. Brasil sigue siendo el segundo país del mundo más afectado por la enfermedad. Ha sufrido la muerte de más de 247.000 personas y registrado más de 10 millones de casos desde el inicio de la pandemia. Con las dosis disponibles, Brasil vacunó hasta ahora a poco más de 5 millones de personas (teniendo en cuenta que son dos dosis por inmunizado), el equivalente al 2 % de su población. Río de Janeiro, una de las ciudades más afectadas por la pandemia de la covid-19 en Brasil y en el mundo, suspenderá provisionalmente a partir del miércoles su campaña de inmunización por falta de vacunas, anunció este lunes el alcalde de la segunda mayor urbe de Brasil. El brasilero, pese al imaginario de alegría y descontracción sufre como nunca antes. La población más afectada sigue siendo la más pobre, negra y de las periferias. Es una olla de presión social que no se sabe a ciencia cierta cuando estallará.
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